La Gestión de Problemas (II)

16 feb


Los 4 errores más comunes en la gestión de problemas

  • Ignorarlo. Nada hay más deprimente que un líder que pase por alto las posibles repercusiones de un problema, y opte por no molestarse en tratarlo. Por otro lado, cuando es un miembro de un equipo el que ve un problema y lo deja pasar de largo, generalmente viene tras de sí el fracaso completo. En lugar de eso, es preferible aplicar prioridades, toma de decisiones y asumir consecuencias de las mismas.
  • Asumirlo personalmente siempre. Protagonizar la resolución de todos los problemas suele derivar en un exceso de dependencia hacia esa persona. Si ocurre sobre un miembro del equipo, y se trata de una dependencia no justificada por su perfil, experiencia o formación, pone en peligro a largo plazo la capacidad de todo el equipo. Si además se trata del propio líder (ya sea por un exceso de paternalismo, o por el síndrome de Rambo), el escenario incluso es peor. En lugar de eso, es necesario realizar una distribución inteligente de tareas.
  • Rebotarlo. El otro extremo de siempre resolverlo personalmente es nunca asumir ninguna parte de la resolución. Es frecuente ver líderes que, cuando un subordinado le expone un problema, directamente lo implica como principal elemento de la resolución. Pero, ¿qué ocurre cuando siempre que ves un problema y lo comentas, te lo encasquetan? Evidentemente, con el tiempo dejas de hablar cuando detectas un problema (que sea otro el que lo comente, y así será él el que sufra el tener que resolverlo). Resultado: un equipo de trabajo cómplice de los problemas.
  • Dramatizarlo. El otro extremo de ignorar los problemas, es hacer una tragedia de ellos. Aunque generar una crisis tiene efectos beneficiosos a corto plazo (la gente reacciona con rapidez, todos se ponen manos a la obra,…), a largo plazo los resultados suelen ser negativos. No se puede extraer el mejor rendimiento de las personas a base de infundir miedo ni de vivir perpetuamente en una urgencia, sino a base de inspiración. Vivir los problemas como si siempre fueran situaciones al límite, a la larga, desgasta.

De estos cuatro problemas, la conclusión es fácil. Existen dos parámetros básicos para la resolución de problemas: la forma en que los recibimos y la forma en que gestionamos el esfuerzo para resolverlos. El extremo en cualquiera de esos parámetros, ya sea hacia el defecto (dejadez o falta de implicación) o hacia el exceso (drama o acaparamiento), favorece la desmotivación y la falta de rendimiento. Como suele decirse, ‘el remedio es peor que la enfermedad‘.

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